Dentro del programa Escuela de Otoño 2010 (octubre -diciembre), se planificaron tres jornadas de anillamiento de aves para los días 23 de octubre, 13 de noviembre y 18 de diciembre, a la cual asistimos y de la que incluimos un pequeño reportaje a continuación.
Nueve y media de una mañana fría pero agradable. El cielo estaba limpio. Con 1º de temperatura, la luminosidad se extendía por toda la Dehesa sin que el sol se hubiese levantado mucho sobre el horizonte. Inicié el paseo por el Canalillo y, tras cruzar la antigua carretera, bajé hasta el transformador de Iberdrola y el Cedral. Había que darse prisa porque desde esta zona, la más baja de la Dehesa, puede verse de forma espectacular cómo se alza el sol y los rayos penetran en haces de luz mágicos mientras la escarcha se derrite y el vapor del agua se eleva desde el suelo ofreciendo un espectáculo de ensueño.
El sol comienza a levantarse por el pinar de la Dehesa.
(Foto: F. Lorca, 2010)
Hojas cubiertas por la escarcha.
(Foto: F. Lorca, 2010)
Tras casi una hora paseando por la Dehesa, me uní al pequeño grupo de anillamiento, que había comenzado la actividad a las diez de la mañana. El grupo estaba formado por una pareja con sus dos hijos, dos ornitólogos de la SEO, un jardinero, dos estudiantes y un servidor. Posteriormente se uniría a nosotros otro grupo que venía acompañado por una empleada del CIEA.
Cuando llegué ya se iba a anillar la primera ave: un pinzón. El monitor de la SEO comenzó a describir el proceso. Primero se debía saber qué ave es la que se va a anillar. Una vez identificada, se intenta clasificarla por la edad, el sexo según el plumaje y se le coloca una pequeña anilla: es su carnet de identidad que pasa a una base de datos que la identificará en cualquier lugar del mundo, permitiendo conocer la evolución de sus poblaciones, sus movimientos migratorios, tasas de mortalidad y supervivencia, etc. Para ello, es parte fundamental del proceso la recuperación de aves anilladas o anillas perdidas (¿qué hacer si se encuentra un ave anillada o una anilla perdida?). Luego se mide el ala y las plumas. A continuación se observa la masa muscular y la grasa que acumula, esto se hace soplando sobre el pecho del pájaro, separando así sus plumas. Por último se pesa y se le deja libertad.
A la izquierda, imagen del proceso de anillamiento. Las anillas varían de tamaño según el pájaro a anillar. A la derecha, cuaderno de notas donde se recogen todos los datos de las aves.
(Fotos: F. Lorca, 2010)
Recogiendo un ave de una de las redes. Detrás, una de las charcas bebedero para aves.
(Foto: F. Lorca, 2010)
Habían caído en la red tres nuevas aves. Un carbonero común, un herrerillo capuchino y un petirrojo. Repetimos con estas tres nuevas aves la misma operación que hicimos anteriormente con el pinzón, sólo que ahora con mayor rapidez. Tras dos viajes a la red, transcurrida una hora, recogimos un carbonero garrapinos.
Carbonero común (izqda.) y herrerillo capuchino (dcha.) en las redes.
Aunque pueda no parecerlo, las aves no sufren ningún daño o lesión durante todo el proceso. De hecho, en un momento se rompió el peso y el anillador prefirió que escapara el ave antes que lastimarla. Las actividades de anillamiento están reguladas por ley (Ley 42/2007, de 13 de diciembre, del Patrimonio Natural y de la Biodiversidad) y sólo pueden ser realizadas por anilladores certificados por las entidades reconocidas por el Comité de Fauna y Flora de la Comisión Estatal para el Patrimonio Natural y la Biodiversidad
(Fotos: F. Lorca, 2010)
Al comentar al encargado del anillamiento la labor de nuestra Asociación y las propuestas que llevamos al Ayuntamiento para la mejora del parque, como la plantación de zarzas, y el buen hacer de los empleados del Ayuntamiento, nos comentó que todo este esfuerzo estaba dando frutos y que ellos habían detectado que este último año había más variedad de especies que en años anteriores.
Tras casi dos horas anillando aves nos despedimos con la intención de repetir. Estas actividades de anillamiento son más que recomendables, especialmente para los niños, quienes difícilmente olvidarán la experiencia: además de pasar una mañana de campo, les sirve para conocer más de cerca las aves que pueblan nuestros parques madrileños y aprender a respetarlas.
Imágenes de los pájaros anillados. De arriba abajo: pinzón, carbonero común, carbonero garrapinos, herrerillo capuchino y petirrojo.
(Fotos: F. Lorca, 2010)
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