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José Manuel Caballero Bonald: un poeta premio Cervantes en la Dehesa de la Villa

29 de noviembre de 2012

Entrevista con el poeta J.M. Caballero Bonald, vecino de la Dehesa de la Villa y, desde hoy mismo, premio Cervantes.

Continuando con nuestra serie sobre personas ilustres relacionadas con la Dehesa de la Villa, tenemos el privilegio de poder traer hoy a estas páginas la entrevista que recientemente nos ha concedido José Manuel Caballero Bonald (Jerez, 1926), vecino de la Dehesa de la Villa desde hace casi 50 años, al que le ha sido concedido hoy mismo el Premio de Literatura en Lengua Castellana Miguel de Cervantes, el más prestigioso de cuantos se conceden "en reconocimiento a la labor creadora de escritores cuya obra ha contribuido a enriquecer de forma notable el patrimonio literario en lengua española".

La entrevista, que realizamos hace apenas unos días, estaba programada para ser publicada en nuestro blog dentro de un par de semanas. Pero el fallo del Cervantes nos ha hecho considerar la oportunidad de publicarla hoy mismo para hacerla coincidir con tan insigne reconocimiento.

Encuadrado dentro de la denominada Generación de los 50, de la enorme dimensión de la figura literaria de Caballero Bonald dan fe los cientos de reseñas bibliográficas, tanto de su obra en prosa como de su obra poética, incluyendo tesis, ensayos, libros, artículos..., las más de 400 entrevistas que ha concedido a diferentes medios de comunicación, así como los numerosos premios, además del Cervantes, que le han sido concedidos a lo largo de su trayectoria literaria.

No nos ocuparemos aquí, no obstante, de su obra ni biografía: sitios hay más especializados para ello. Quien lo desee podrá encontrar toda la información al respecto en la página de su Fundación, incluyendo una breve guía didáctica con una selección de textos para el estudio de su trayectoria y trabajo literario.

Es más nuestro interés acercarnos a su dimensión humana y a la relación que durante casi 50 años mantiene con la Dehesa de la Villa. Aunque con algunas intermitencias, Caballero Bonald lleva residiendo en la c/ María Auxiliadora desde principios de los años 60 y ha sido testigo de primera mano de los cambios que la Dehesa y sus alrededores han experimentado en este periodo. Agradecemos a J.M. Caballero Bonald su predisposición y la rapidez en atendernos a pesar de sus numerosos compromisos, así como la gentileza y amabilidad del trato que nos ha dispensado. Queremos agradecer igualmente a Javier del Monte, arquitecto y convecino de la c/ María Auxiliadora, quien nos ha facilitado el acceso a Caballero Bonald para la realización de esta entrevista.

"La Dehesa sigue siendo un espacio natural extraordinario... Hay que luchar porque nadie vulnere esa propiedad del pueblo"

- (Pregunta) En su libro de memorias “La costumbre de vivir” relata que, a su vuelta de Colombia en 1963, se trasladó a vivir a la Dehesa de la Villa “a una zona urbana muy de mi gusto”. ¿Conocía de antes la Dehesa de la Villa? ¿Qué era lo que más le atraía de la zona y lo que le hizo decidirse por la que actualmente sigue siendo su casa?
- (Respuesta) Yo conocí la Dehesa a poco de llegar a Madrid, a mediados de los 50. Me agradaba mucho pasear por ese enorme pinar entonces medio olvidado, un auténtico bosque en estado natural, con sus secretos y sus recuerdos de la guerra civil todavía muy vivos. Luego, al cabo de los años, a mi regreso de Colombia, en 1963, estuve en casa de Fernando Quiñones, que vivía justo al lado de la Dehesa, en un edificio de nueva planta. Nos gustó tanto a mi mujer y a mí la situación y el carácter de ese piso que enseguida adquirimos el último que quedaba sin vender en esa casa. Cada vez estoy más satisfecho de esa elección.

(P) -Menciona igualmente en el libro que en su edificio “residían, o no tardarían mucho en hacerlo”, Francisco Brines, Fernando Quiñones, José Ramón Ripoll, Arcadio Blasco y su esposa Carmen Perujo. Casualidad, recomendaciones entre amigos, gusto común por la Dehesa de la Villa..., ¿a qué se debió tal concentración de personalidades en un mismo edificio?
(R) -No sé, supongo que fueron recomendándose esos pisos entre ellos. Creo que Paco Brines y yo fuimos los últimos. También vivía aquí al lado, en la esquina de Federico Rubio, Fernando Delgado, el novelista y locutor, que fue en tiempo director de Radio Nacional.

(P) -También en “La costumbre de vivir” habla sobre la lucha antifranquista y que se celebraban algunas reuniones en su casa. ¿Cómo eran aquellas reuniones? Por otro lado, ¿celebrarlas en su domicilio no suponía un riesgo añadido habida cuenta de la cercanía del cuartel de la Policía?, ¿tuvieron algún problema por ello?
(R) -No, nunca tuve problemas a raíz de esas reuniones clandestinas. Los asistentes se cuidaban mucho de sortear los riesgos de ser descubiertos y tenían muy bien estudiado el itinerario para llegar hasta mi casa dando rodeos, cada uno por su cuenta. El hecho de que el cuartel de la Policía estuviera justo enfrente podía ser incluso favorable. ¿Quién se iba a atrever a reunirse para conspirar en la boca del lobo?

(P) -A propósito de lucha antifranquista, en una conversación con Santiago Carrillo nos comentó que, cuando el episodio de la famosa peluca en diciembre de 1976, un poeta andaluz le había dejado las llaves de su casa. Y en algunos sitios se lee que fue su casa donde se “escondió”. ¿Es cierto, se alojó en su casa Santiago Carrillo?, ¿cómo vivieron esos días?
(R) -No, no exactamente. Lo cierto es que yo no asistí nunca a esas reuniones del comité central del PC en mi casa, sobre todo porque yo la había cedido con esos fines como una prueba de solidaridad, pero nada más. Yo trabajaba entonces en la lucha antifranquista junto al PC, pero nunca me afilié ni al PC ni a ningún otro partido. Una tarde, sin que tuviésemos ningún aviso previo, apareció por aquí Carrillo, a quien mi mujer y yo reconocimos a pesar de la peluca. Eso fue todo.

(P) -Al hilo de lo anterior, por su casa seguramente habrán desfilado multitud de personas, intelectuales, escritores, artistas, etc. ¿Alguno de ellos mostró especial predilección por la Dehesa de la Villa?
(R) -Era bastante frecuente ese interés por la Dehesa. Los amigos, los escritores y periodistas que me han visitado solían hablar de la proximidad de la Dehesa como de un auténtico aliciente urbano. Tener al lado ese parque tan hermoso suponía efectivamente un privilegio. Muchas entrevistas me las han hecho paseando por allí o sentado en algún banco y en la última que apareció en El País me hicieron unas fotos excelentes entre los pinos.

J.M. Caballero Bonald paseando entre los pinos de la Dehesa de la Villa. 
Fotografía publicada en la entrevista a El País, 07-01-2012 / Gorka Lejarcegi

J.M. Caballero Bonald en la Dehesa de la Villa.
Fotografía publicada en la entrevista a El Correo, 25-02-2012 / José Luis Nocito

(P) -Cuando Ud. vino a vivir a María Auxiliadora, el aspecto de la Dehesa era muy diferente del actual. Aún era un espacio completamente forestal, antes de las reformas que a finales de los años 60 y principios de los 70 la transformaron parcialmente en parque urbano con zonas de césped, miradores, columpios, fuentes, bancos, etc. A lo largo de estos años, ¿en qué cree que ha mejorado la Dehesa y en qué otros aspectos ha empeorado?
(R) -Es posible que haya mejorado en tanto que lugar de recreo, pero ha perdido inevitablemente su carácter de naturaleza en estado puro. Comprendo que ahora presta un servicio muy eficiente a quienes frecuentan la Dehesa, pero aquellos paseos entre las colinas, los desniveles, las excursiones dominicales, los rincones boscosos, ya tienen otro carácter. En todo caso, la amplitud de la Dehesa ofrece muchas oportunidades: también ahora puede uno perderse por alguna zona solitaria. Hay zonas en que lo más frecuente es caminar un buen rato sin cruzarse con nadie.

(P) -Igualmente, desde 1963 a la actualidad los alrededores de la Dehesa han cambiado sustancialmente. Desde la zona de Bellas Vistas y Francos Rodríguez a los nuevos barrios que surgieron a mediados de los 60 y principios de los 70 (Valdezarza, Saconia/Ciudad de los Poetas...), pasando por otros barrios que han sufrido grandes remodelaciones (Valdeconejos, Belmonte/Quemadero, etc.). ¿Frecuentaba Ud. alguna de estas zonas? ¿Qué recuerdos tiene de estas zonas limítrofes y qué le parece el cambio que han vivido estos barrios?
(R) -En ese aspecto urbanístico sí que ha cambiado esta zona de Madrid. Cuando yo me vine a vivir en 1963 al piso donde todavía vivo buena parte del año, a un paso de la Dehesa de la Villa, el barrio era muy distinto. Yo solía decir que vivía en la última casa, a mano izquierda, saliendo de Madrid para La Coruña. Y fíjese en que se han convertido todos estos contornos. Recuerdo haber viajado varias veces en un tranvía que iba de Quevedo a Peñagrande, pasando por Francos Rodríguez, y el paisaje que atravesaba a partir de la Dehesa era de huertas y desmontes. Andando el tiempo, frecuenté mucho el barrio de Saconia/Ciudad de los Poetas. Allí vivieron dos escritores amigos: Blas de Otero y Fanny Rubio y en ese Instituto estudió alguno de mis hijos.

(P) -También este periodo ha sido testigo del cambio sufrido por algunos de los edificios históricos de los alrededores de la Dehesa. Por ejemplo, las Escuelas Bosque, que estuvieron en pie hasta los años 70 y de las que hoy sólo queda uno de los antiguos pabellones; o el Grupo Escolar Francisco Giner (hasta hace poco Andrés Manjón), que perdió la piscina y sufrió una ampliación a mediados de los 70; la piscina Tritón, que desapareció en los años 70; o algunas de las casas de la c/ Pirineos, como la Quinta El Mirador, de la que hoy sólo queda la valla... ¿Echa de menos alguna edificación de las que había cuando vino a vivir a la Dehesa?, ¿cuál de los edificios históricos que actualmente perviven en los alrededores de la Dehesa es su preferido?
(R) -Quizá el de las antiguas escuelas Bosque, o lo que queda de esas edificaciones. Me agrada la entrada por Francos Rodríguez, amplia y sombreada. Los chalés de la calle Pirineos, antes de que derribaran los más significativos, formaban desde luego un conjunto urbanístico especialmente atractivo. A veces, también me perdía por lo que se llamaba la Huerta del Obispo, hoy convertida en un parque algo frío y poco frecuentado.

(P) -En todos estos años también ha cambiado la relación que los vecinos mantienen con la Dehesa. ¿Cómo percibe Ud. este cambio en las relaciones entre vecinos y en el uso que hacen de la Dehesa de la Villa?
(R) -Creo que se han modificado bastante las relaciones de los nuevos vecinos con la Dehesa. Yo creo que antes, cuando la Dehesa estaba mucho más aislada de lo que ahora está, la Dehesa era un desahogo, un lugar extraordinario para el esparcimiento, una posibilidad de evasión en tiempos sombríos. Se iba allí a pasar el día, a comer en familia por algún paraje. Todo tenía un encanto provinciano humilde y acogedor. Hoy casi se ha convertido en un albergue de jubilados que juegan a la petanca. Pero sigue siendo un espacio natural extraordinario, incluso a veces, con buen tiempo, se ven más niños que antes. Hay que luchar porque nadie vulnere esa propiedad del pueblo.

(P) -La Dehesa de la Villa ha sido objeto de numerosas reivindicaciones vecinales para su conservación y mejora (cierre al tráfico de la antigua carretera, protestas por urbanización y ajardinamiento, CIEMAT, etc.). ¿Participó Ud. de alguno de estos movimientos vecinales y actos de protesta?
(R) -Firmé al menos algún manifiesto.

(P) -Los quioscos, merenderos, ventas... de la Dehesa y sus alrededores fueron lugar de encuentro y diversión de numerosos intelectuales, artistas y otras personalidades del mundo del espectáculo. Miguel Gila, Camilo José Cela, Paco Rabal, Lola Flores y otros muchos han mencionado en alguna ocasión la Venta de la Peque (posteriormente denominada de la Villa), la Venta El Pinar (luego Toki-Eder), los merenderos de Valdeconejos, etc. ¿Frecuentaba Ud. alguno de ellos o recuerda alguno en especial?
(R) -No, apenas frecuenté esos enclaves más bien nocturnos. Recuerdo sobre todo la que se llamó en tiempos la Venta de la Peque, a la que fui un par de veces, una de ellas precisamente con Paco Rabal y otros amigos. También recuerdo un bar muy característico, yendo hacia Peñagrande, el Ricote, y un merendero que había al final de la que era la carretera de la Dehesa.

(P) -En la actualidad, y después de tantos años viviendo en la zona, ¿qué es lo que le sigue gustando de la Dehesa y sus alrededores?, ¿cuáles son sus lugares predilectos de la Dehesa y cómo los usa (para pasear, meditar, observar...)?
(R)-Ya no paseo tanto como antes por la Dehesa. La edad me impide a veces caminar como querría. Durante años iba mucho por el llamado Cerro de los Locos y alrededores. También me perdía por los declives de pinares que hay por detrás de esa Institución hospitalaria de Fabiola de Mora… Ahora soy más sedentario, me siento de vez en cuando con mi mujer, con algún amigo, en uno de los merenderos modernos frente a La Paloma. Pero el paisaje urbano ya no es el mismo, claro. Tampoco yo soy el mismo.

(P) -¿Recuerda Ud. alguna anécdota o hecho curioso que le haya acontecido en la Dehesa de la Villa?
(R) -Bueno, por el Cerro de los Locos siempre podían ocurrir episodios de interés. Allí se reunía y creo que se sigue reuniendo un censo de personajes de lo más curioso. Forman como una comunidad aparte, con sus reglamentos privados y todo. Hacen una vida de auténticos amantes del aire libre, cuidan de las zonas ajardinadas que ellos mismos han creado, toman el sol, juegan al frontón, defienden su entorno…

(P) -Ud. tiene un poema titulado “Dehesa de la Villa” ("Pliegos de cordel", 1963). ¿Le ha servido la Dehesa de inspiración en algún momento de su trayectoria literaria o para alguna otra de sus obras?
(R) -Ese poema tiene un carácter social, lo escribí a poco de venirme a vivir a mi piso de María Auxiliadora. Sí, supongo que mientras iba paseando por la Dehesa, debí experimentar algún incentivo literario.

DEHESA DE LA VILLA
J.M. Caballero Bonald (en Pliegos de cordel, 1963).
Reproducido con permiso del autor.

Domingo en derredor, redondo
día cárdeno
con cara de moneda, rueda
de abrigo semanal apretujando
al lunes contra el sol
de la barranca, sexualmente sórdido
como la colcha de un prostíbulo.

Cobarde día en calma encaramado
a las tapias del mes, dichoso
mientras finge
su avara libertad bajo los pinos
y hay un hombre,
una mujer, un niño, un pueblo junto,
que arriman de precario su alegría
a tu mantel de tedio y a tu sábana
de bulliciosa privación.

Todo el peso del día es una losa
y sobre ella tienden
la insurrección de la comida,
los bordes de botella del jornal,
el sobrante del sueño, muchas
horas de azar recién gastado.

Y el domingo restaura por detrás
del polvo un triste traje azul, cortado
a plazos como un bosque, limpio
como la podredumbre de la cal,
y va y le suelta el pelo
a las muchachas, le hace guiños
al turno del destajo, le recose
el forro al desamor.

                              Descanso
eventual, sombra en acoso,
la vida pasa, irrumpe
sin el lastre del tiempo en la dehesa
de la villa, va soltándole hilo
a la cometa. Sólo
se quedan los que nunca vuelven.

Serie Personajes célebres en la Dehesa de la Villa:
- Ramón y Cajal y su cigarral de Amaniel
- Antonio de Zulueta un pionero de la genética en la Dehesa de la Villa / La Dehesa, la retama, el escarabajo y el cromosoma
- Ofelia Nieto y Ángeles Ottein, dos sopranos en la Dehesa de la Villa
- Antonio Escobar Burgos, vecino y Amigo de la Dehesa de la Villa
- J. M. Caballero Bonald: un poeta premio Cervantes en la Dehesa de la Villa
- Pablo Guerrero: cantautor y poeta

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Máxima ilusión oír a nuestro habitante del barrio en esta entrevista y saberle ganador del Cervantes.

Amigos de la Dehesa dijo...

La verdad es que sí nos hizo ilusión que apenas unos días después de habernos concedido la entrevista le fuera concedido el Cervantes, de ahí que la publicáramos inmediatamente. Los amantes de la literatura se congratularán por este reconocimiento y especialmente los vecinos de la Dehesa, al saber que tienen tal ilustre convecino.

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