Blog de la Asociación Cultural Amigos de la Dehesa de la Villa
Obra registrada - Licencia de uso


Anillamiento de aves en la Dehesa de la Villa

28 de diciembre de 2010

Sobre la jornada de anillamiento del programa Escuela de Otoño 2010; sábado 18-diciembre-2010.

Dentro del programa Escuela de Otoño 2010 (octubre -diciembre), se planificaron tres jornadas de anillamiento de aves para los días 23 de octubre, 13 de noviembre y 18 de diciembre, a la cual asistimos y de la que incluimos un pequeño reportaje a continuación.

Nueve y media de una mañana fría pero agradable. El cielo estaba limpio. Con 1º de temperatura, la luminosidad se extendía por toda la Dehesa sin que el sol se hubiese levantado mucho sobre el horizonte. Inicié el paseo por el Canalillo y, tras cruzar la antigua carretera, bajé hasta el transformador de Iberdrola y el Cedral. Había que darse prisa porque desde esta zona, la más baja de la Dehesa, puede verse de forma espectacular cómo se alza el sol y los rayos penetran en haces de luz mágicos mientras la escarcha se derrite y el vapor del agua se eleva desde el suelo ofreciendo un espectáculo de ensueño.

El sol comienza a levantarse por el pinar de la Dehesa.
(Foto: F. Lorca, 2010)

Hice varias fotografías, algunas repetidas dos o tres veces, porque el frío no me permitía mantener la visión fija durante mucho tiempo y, al cabo de unos segundos de enfocar un objeto, el ojo me lloraba y emborronaba la visión.

 Hojas cubiertas por la escarcha.
(Foto: F. Lorca, 2010)

Tras casi una hora paseando por la Dehesa, me uní al pequeño grupo de anillamiento, que había comenzado la actividad a las diez de la mañana. El grupo estaba formado por una pareja con sus dos hijos, dos ornitólogos de la SEO, un jardinero, dos estudiantes y un servidor. Posteriormente se uniría a nosotros otro grupo que venía acompañado por una empleada del CIEA.

Cuando llegué ya se iba a anillar la primera ave: un pinzón. El monitor de la SEO comenzó a describir el proceso. Primero se debía saber qué ave es la que se va a anillar. Una vez identificada, se intenta clasificarla por la edad, el sexo según el plumaje y se le coloca una pequeña anilla: es su carnet de identidad que pasa a una base de datos que la identificará en cualquier lugar del mundo, permitiendo conocer la evolución de sus poblaciones, sus movimientos migratorios, tasas de mortalidad y supervivencia, etc. Para ello, es parte fundamental del proceso la recuperación de aves anilladas o anillas perdidas (¿qué hacer si se encuentra un ave anillada o una anilla perdida?). Luego se mide el ala y las plumas. A continuación se observa la masa muscular y la grasa que acumula, esto se hace soplando sobre el pecho del pájaro, separando así sus plumas. Por último se pesa y se le deja libertad.

A la izquierda, imagen del proceso de anillamiento. Las anillas varían de tamaño según el pájaro a anillar. A la derecha, cuaderno de notas donde se recogen todos los datos de las aves.
(Fotos: F. Lorca, 2010)

El monitor nos explicó brevemente algunos aspectos sobre las aves. Luego fuimos a la red que se había tendido en el bebedero, entre las zarzas. El agua estaba totalmente congelada.

Recogiendo un ave de una de las redes. Detrás, una de las charcas bebedero para aves.
(Foto: F. Lorca, 2010)

Habían caído en la red tres nuevas aves. Un carbonero común, un herrerillo capuchino y un petirrojo. Repetimos con estas tres nuevas aves la misma operación que hicimos anteriormente con el pinzón, sólo que ahora con mayor rapidez. Tras dos viajes a la red, transcurrida una hora, recogimos un carbonero garrapinos.

Carbonero común (izqda.) y herrerillo capuchino (dcha.) en las redes.
Aunque pueda no parecerlo, las aves no sufren ningún daño o lesión durante todo el proceso. De hecho, en un momento se rompió el peso y el anillador prefirió que escapara el ave antes que lastimarla. Las actividades de anillamiento están reguladas por ley (Ley 42/2007, de 13 de diciembre, del Patrimonio Natural y de la Biodiversidad) y sólo pueden ser realizadas por anilladores certificados por las entidades reconocidas por el Comité de Fauna y Flora de la Comisión Estatal para el Patrimonio Natural y la Biodiversidad
(Fotos: F. Lorca, 2010)

Al comentar al encargado del anillamiento la labor de nuestra Asociación y las propuestas que llevamos al Ayuntamiento para la mejora del parque, como la plantación de zarzas, y el buen hacer de los empleados del Ayuntamiento, nos comentó que todo este esfuerzo estaba dando frutos y que ellos habían detectado que este último año había más variedad de especies que en años anteriores.

Tras casi dos horas anillando aves nos despedimos con la intención de repetir. Estas actividades de anillamiento son más que recomendables, especialmente para los niños, quienes difícilmente olvidarán la experiencia: además de pasar una mañana de campo, les sirve para conocer más de cerca las aves que pueblan nuestros parques madrileños y aprender a respetarlas.

Imágenes de los pájaros anillados. De arriba abajo: pinzón, carbonero común, carbonero garrapinos, herrerillo capuchino y petirrojo.
(Fotos: F. Lorca, 2010)

Felices fiestas

24 de diciembre de 2010

La Asociación de Amigos de la Dehesa de la Villa desea a todos sus asociados y lectores del blog unas felices fiestas y un año 2011 pleno de salud e ilusión para que vuestros deseos se hagan relidad.
Hoja congelada bajo una placa de hielo en la Dehesa de la Villa.
(Foto: F. Lorca, 2010)

2ª Parte - Mastodontes y tortugas prehistóricas en los alrededores de la Dehesa de la Villa: hace 18 millones de años

19 de diciembre de 2010

Sobre los vecinos más antiguos conocidos de la Dehesa: mastodontes y tortugas gigantes del Tejar del Mochuelo y de la Cerámica Mirasierra - 2ª Parte.

Para una mejor comprensión de este artículo, recomendamos la lectura previa de la 1ª Parte - Mastodontes y tortugas prehistóricas en los alrededores de la Dehesa de la Villa, que, a modo de introducción, ayudará a contextualizar los datos aquí presentados.

El mastodonte y la tortuga gigante de la Cerámica Mirasierra.
A diferencia de otras excavaciones, ampliamente estudiadas y documentadas, de la realizada en la Cerámica Mirasierra no se ha publicado apenas nada. Afortunadamente, los hallazgos fueron recogidos en la prensa de la época (Diario Arriba, 17 de octubre de 1959, y Tiempo Nuevo, nº 70 diciembre de 1959) lo que nos ha permitido su reconstrucción.

El hallazgo se produjo el 7 de octubre cuando en el transcurso de las actividades propias de la Cerámica, a unos 8 m. de profundidad apareció una leve línea blanca, como de tiza, de unos 10 cm. de longitud que desde el principio se identificó como un hueso. Se cursó el correspondiente aviso al Instituto Arqueológico Municipal, que, como comentamos en la primera parte del artículo, disponía de una red de vigilancia que, entre otras, hacía seguimiento de esta fábrica; su situación topográfica y las condiciones del terreno (arcillas plásticas de color marrón claro algo verdoso, con lentejones de arena fina y limos abundantes en cuarzo y biotita, típicas de paisajes lacustres del mioceno) hacían presagiar la existencia de fósiles. Se excavó cuidadosamente en superficie y poco a poco, ante el asombro de todos, fue surgiendo una arista de cráneo que pronto fue descubierto en su total integridad con las mandíbulas perfectamente articuladas.

Fotografía coloreada de detalle del cráneo del mastodonte de la Cerámica Mirasierra previa a su extracción, donde puede comprobarse el perfecto estado de conservación. El animal, en posición tumbada sobre el costado derecho, mostraba la boca abierta, largos incisivos superiores, mandíbula con dos incisivos inferiores y varias muelas. Contando los colmillos, el fósil alcanza los dos metros de longitud.
(Foto: Europa Press; Diario Arriba, 1959; Hemeroteca Municipal)

Después se trataron los restos con productos químicos y plásticos para evitar su deterioro. Se presuponía que podía llegar a encontrarse el esqueleto completo dado el buen estado del cráneo, pero las lluvias y el mal estado del terreno impidieron hacer más desmontes posponiéndose la búsqueda hasta la primavera. No se tuvo más noticia de huesos ni tampoco se recoge ningún hallazgo posterior en la literatura científica así que podemos presuponer que el resto del esqueleto no se encontró. Lo que sí se encontró fue el caparazón de una tortuga gigante, de alrededor de un metro de longitud, a escasos metros de distancia del cráneo del mastodonte.

Reportaje gráfico del Diario Arriba sobre la excavación de la Cerámica Mirasierra.
En la página izquierda, el mastodonte en portada, fotografía que hemos reproducido un poco más arriba en color. En la página derecha, arriba a la izquierda, Fermín Sanz Orrio, Ministro de Trabajo, Julio Martínez Santa-Olalla y Bernardo Sáez Martín, delante del cráneo del mastodonte. Arriba a la derecha, el caparazón de la tortuga gigante encontrada en lugar cercano al mastodonte. Debajo, panorámica de los terrenos de la Cerámica Mirasierra; al fondo, de espaldas puede observarse el grupo de autoridades.
(Fotos: Europa Press; Diario Arriba, 1959; Hemeroteca Municipal)

Su clasificación inicial y datación no estuvo clara. En el Diario Arriba, se hablaba de un Mastodons angustidens de hace 20 millones, mientras que en Tiempo Nuevo lo clasificaban como Trilophodon angustidens y le atribuían una antigüedad de 30 millones de años. Posteriores estudios pormenorizados (Mazo, A. V. 1976) concluyeron que realmente era un Gomphotherium angustidens y su antigüedad de alrededor de 18 millones de años.

Montaje de elaboración propia que ilustra los maxilares del mastodonte de la Cerámica Mirasierra. A la izquierda, el maxilar superior junto con el cráneo durante los trabajos de extracción; a su derecha, detalle de los molares del maxilar superior. Más a la derecha, detalle de los molares del maxilar inferior. A la derecha del todo, vista completa del maxilar inferior junto con los colmillos inferiores.
(Fotos: autor y fechas desconocidos, entre 1959 y 1976; Museo de los Orígenes)

Sea como fuere, era el primer cráneo rigurosamente completo hallado en España y uno de los pocos existentes en el mundo por entonces. Además, excepcionalmente, el cráneo se hallaba en perfecta conexión anatómica con la mandíbula, cosa poco habitual en los hallazgos de proboscídeos. De ahí que tuviera una enorme repercusión mediática en la época que terminó convirtiendo la excavación en una especie de espectáculo al que incluso acudieron los colegios con los niños y las autoridades.

Bernardo Sáez Martín trabajando en la excavación de la Cerámica Mirasierra ante la atenta mirada de niños y mayores que acudían a ver el mastodonte.
(Foto: autor desconocido, 1959; Museo de los Orígenes)

Los restos fueron trasladados al palacete de la Fuente del Berro, donde el Instituto tenía su sede y donde se estableció el Museo Arqueológico Municipal. Su excelente estado de conservación ha llevado a realizar numerosas réplicas para diferentes museos, tanto españoles como extranjeros. Una de las más famosas fue la que se hizo para el Museo de Fósiles Mizunami de Japón en 1996. Se contrató a una empresa de restauración (Pool Dickynson) a la que el encargo le supuso un gran desafío por el inusual tamaño del fósil. Se realizó una radiografía para determinar posibles grietas; después se realizaron dos moldes, uno para la parte superior y otro para la inferior, recubriendo los fósiles con silicona y rellenándolos posteriormente con un mortero mineral mezclado con fibra de vidrio y reforzado con poliéster.

Secuencia del proceso de elaboración del molde y réplica del cráneo del mastodonte de la Cerámica Mirasierra para el Museo de Fósiles de Mizunami.
(Fotos: Pool Dickynson, 1996)

Las copias así obtenidas eran totalmente idénticas al original y mucho más ligeras (40 Kg. frente a los más de 100 del original). En diciembre de 1996 un técnico japonés se ocupó del traslado de las réplicas y, desde 1997, el cráneo de este mastodonte “vecino” de Tetuán y de la Dehesa de la Villa se exhibe como una de las mayores atracciones del Museo de Fósiles de la ciudad de Mizunami en Japón.

En el año 2000, los restos se trasladaron del palacete de la Fuente del Berro al Museo de los Orígenes en la Casa de San Isidro. Los restos de la tortuga llegaron muy deslavazados y no se pudo reconstruir. El mastodonte, sin embargo, allí sigue aguardando a quien quiera verlo. Aunque aún habrá que esperar para hacerlo: desde hace varios años se encuentra embalado en cajas a la espera de que concluyan las obras de adaptación y mejora de las instalaciones del Museo. Mientras tanto, quien no pueda aguantar la curiosidad, puede satisfacerla con la réplica que se exhibe en el Museo Geominero de Madrid. (Ver actualización 08-03-2012 al final del artículo)

Imágenes de la réplica, a escala real, del Mastodonte de la Cerámica Mirasierra exhibida en el Museo Geominero de Madrid, con la que habrá que contentarse hasta que el original vuelva a ser expuesto en el Museo de los Orígenes.
Se muestra la etiqueta descriptiva de la vitrina, el cráneo y mandíbulas desde diferentes puntos de vista y una foto con una niña que permite evaluar la proporción del fósil.
(Fotos: A. Morato, 2010)

Por su parte, la Cerámica Mirasierra aún seguía en funcionamiento en los años 80, como se desprende de una noticia de prensa sobre la contaminación atmosférica provocada por ésta y otras industrias pesadas en el interior de Madrid. Posteriormente inició un largo declive hasta su disolución a finales de los años 90. Hoy en día, los terrenos de la Cerámica forman parte del parque Rodríguez Sahagún.

El mastodonte y la tortuga gigante del Tejar del Mochuelo.
Si de las excavaciones en la Cerámica Mirasierra comentamos que hay muy poca documentación, menos hay aun sobre las del Tejar del Mochuelo, apenas un par de reseñas en la literatura científica. Entre ellas, la más destacada es la de Alberdi, M. T. (1985) donde constata la extracción de una hemimandíbula izquierda incompleta y mal conservada, sin piezas dentarias, y de algunos elementos postcraneales presumiblemente del mismo individuo, y los clasifica como Gomphotherium angustidens.

No obstante, Adolfo Ferrero, vicepresidente de la Asociación de Amigos de la Dehesa de la Villa, consiguió contactar en septiembre de 2009 con David Fernández, hijo del fundador del Tejar del Mochuelo. David conservaba intactos los recuerdos de la excavación, que nos relató pormenorizadamente, así como también gran cantidad de detalles sobre la zona de Villaamil, Valdezarza, La Veguilla…

Panorámica de los terrenos donde se asentaba el Tejar del Mochuelo. Las casitas y el montículo que se aprecian en primer plano son los terrenos por donde actualmente discurre la calle Villaamil justo en el comienzo del túnel de Sor Ángela de la Cruz; los edificios del fondo pertenecen a la colonia Valdezarza; la hilera de casitas a la derecha de la foto es la calle Emerenciana Zurilla; a la derecha de la imagen, justo a la espalda de las casitas pueden apreciarse los desmontes originados por la actividad del Tejar. A su izquierda, unas terrazas pertenecientes a una huerta contigua al tejar.
(Foto: J.L. Berzal, 1965)

A pesar de que en la literatura se recoge la excavación del Mochuelo como posterior a la de la Cerámica Mirasierra, David nos contó que ellos encontraron su mastodonte un par de años antes. Al igual que comentamos sobre Mirasierra, los hallazgos se produjeron a consecuencia de la actividad diaria del tejar. Téngase en cuenta que, nos contaba David, la fábrica del Mochuelo producía entre 6 y 7 millones de ladrillos anuales (alrededor de 20.000 diarios), ladrillos de obra macizos, tipo A, de 5 x 25 x 12,5 cms. y unos 2,5 Kg. de peso. La tierra para su elaboración se extraía directamente en el propio solar, con lo que podemos hacernos una idea de la enorme cantidad de terreno que se removía. En una zona arenosa, a la altura de lo que hoy es la calle Serafín Ramírez esquina con Valle de Cardos apareció el mastodonte, la mandíbula y unas costillas, algunas de las cuales medían varios metros. Un poco más arriba, en la esquina de Serafín Ramírez con Valle Pineta, en un terreno de légamo o greda (arena arcillosa) apareció una tortuga cuyo caparazón tenía más de un metro cúbico y que debió romperse al extraerlo, pues nos comentó David que tuvieron que pegarlo con escayola.

A la izquierda, David Fernández fotografiado delante de donde estuvo la fábrica del Tejar del Mochuelo: todavía pueden verse los ladrillos originales. A la derecha, David nos señala el sitio aproximado donde apareció la tortuga gigante; el mastodonte apareció un poco más abajo, en la siguiente esquina.
(Fotos: A. Ferrero, 2009)

Enseguida apareció la brigada del Instituto Arqueológico Municipal; David todavía recordaba a “D. Julio” (en referencia a Julio Martínez Santa-Olalla, director del Instituto) así como que la excavación se organizó en unas cuadrículas perfectas y que a medida que afloraban los restos les echaban unos “potingues plásticos" para endurecerlos (similar al procedimiento anteriormente descrito de la Cerámica Mirasierra). También nos contó David que una noche amanecieron las cuadrículas destrozadas y D. Julio dio orden para que la Guardia Civil, que contaba con un cuartelillo en la calle Antonio Machado, vigilara durante las noches cuando cerraba el tejar.

Imagen de la excavación del Tejar del Mochuelo, donde puede observarse, en una de las cuadrículas de excavación mencionadas por David Fernández, los restos de la mandíbula del mastodonte así como otros huesos, probablemente costillas. La personas sentadas, parecen ser: de perfil con camisa blanca, Julio Martínez Santa-Olalla; completamente de espaldas, Bernardo Sáez Martín. Puede observarse también las sencillas herramientas utilizadas en la excavación, tal como se comentaba en la primera parte).
(Foto: autor y fechas desconocidos, entre 1956 y 1959; Museo de los Orígenes)

Como ocurrió en las excavaciones de la Cerámica Mirasierra, hasta el Mochuelo también venía gente preguntando por “el bicho”. En palabras de David, aquello “era una romería”, si bien cuando veían la excavación salían decepcionados pues algunos incluso esperaban encontrarlo vivo (les preguntaban “si tenían atado al bicho”).

Al igual que los restos de la Cerámica Mirasiera, los del Mochuelo fueron trasladados inicialmente al palacete de la Fuente del Berro y de allí, en el año 2000 al Museo de los Orígenes. El Tejar del Mochuelo dejo de funcionar en los años 70, aunque el solar y las instalaciones perduraron hasta los años 90 cuando se levantó una urbanización de chalets.

Los restos fósiles del Tejar de Saturnino Vega.
Por último, y para concluir, no podemos dejar de mencionar los hallazgos del Tejar de Saturnino Vega. Sobre estas excavaciones apenas existe documentación, excepto el plano de la Cuenca de Madrid incluido en la primera parte del artículo y una mención en la sesión de plenos del Ayuntamiento de Madrid del 28 de marzo de 2008 en la que al hablar del APR 06.05 de Tetuán, Marqués de Viana, el grupo municipal de IU se refiere al Tejar de Saturnino Vega como zona de alto potencial arqueológico y como uno de los yacimientos clásicos de Madrid donde se obtuvieron restos de reptiles entre ellos el de una tortuga gigante atribuida al mioceno. En dicha interpelación, se pide que se realice el pertinente estudio antes de cualquier demolición en estas tierras y se critica la intervención alrededor del colegio público Juan Ramón Jiménez que se encuentra en este lugar, al no haberse realizado el estudio arqueológico; se solicita, igualmente, que se haga el estudio y se ponga una placa con los datos de la excavación y de los ejemplares hallados para su puesta en valor.

Los datos, en cualquier caso, son escasos y confusos. Por ejemplo, David Fernández, que parecía conocer bien el tejar de Saturnino Vega, nos dijo que no era un solo tejar sino varios tejares que Saturnino Vega tenía subarrendados a otras familias y que no estaba en Marqués de Viana sino a lo largo del Paseo de la Dirección, en el tramo frente al actual parque de Rodríguez Sahagún. Tampoco recordaba excavaciones arqueológicas en dichos tejares. Seguiremos, pues, indagando sobre este yacimiento…

Actualización 08-03-2012
En el momento de la elaboración de este artículo (diciembre 2010), el Museo de los Orígenes estaba en proceso de remodelación y gran parte de sus fondos, el Mastodonte de Mirasierra entre ellos, se encontraban almacenados, de ahí el comentario en el artículo. Hace unos meses, en enero 2012, el Museo ha reabierto sus puertas y el fósil del mastodonte puede contemplarese de nuevo. Agradecemos a Salvador Quero, del Museo de los Orígenes, las fotos que nos ha hecho llegar y que incluimos a continuación.

Imágenes del Mastodonte de Mirasierra tal y como se exhibe actualmente en el Museo de los Orígenes.
Arriba, cráneo y maxilar superior.
Debajo, maxilar inferior.
(Fotos: S. Quero, 2012; Museo de los Orígenes)


Bibliografía:
- Alberdi, M.T. et al. (1985): Geología y Paleontología del Terciario Continental de la Provincia de Madrid
- López-Martínez, N. et al. (2000): Los fósiles de vertebrados de Somosaguas (Pozuelo, Madrid)
- Mazo, A.V. (1976): El Gomphotherium angustidens de la Cerámica Mirasierra, Tetuán de las Victorias (Madrid)
- Museo de San Isidro, Ayuntamiento de Madrid, (2006): El legado Sáez Martín a los museos municipales de Madrid
- Nicolás Checa, M.E. (2006): El Patrimonio Arqueológico y Paleontológico en las obras de ampliación de Metro de Madrid 2003-2007: III. Terciario y Cuaternario en la Comunidad de Madrid
- Quero, S. (2007): El poblado de la Fábrica de Ladrillos (Getafe, Madrid): II. Los trabajos de excavación
- Varios autores (1993): Madrid antes del Hombre

Actualidad de la Dehesa noviembre-diciembre 2010: Réplicas de capirotes y señalización en el paseo del Canalillo

14 de diciembre de 2010

Los habituales y paseantes ocasionales de la Dehesa de la Villa se han encontrado hoy con un par de sorpresas: dos réplicas de capirotes y una nueva señalización en el paseo del Canalillo.

Réplicas de capirotes.
Con el objeto de dar a conocer uno de los elementos más singulares de la Dehesa, los capirotes del viaje de agua de Amaniel, se han instalado réplicas en dos de los lugares más visibles y transitados de la Dehesa: a la entrada del CIEA y en la isleta de la rotonda de la confluencia de las calles de Francos Rodríguez y Antonio Machado.

A la izquierda, imagen del proceso de instalación de la réplica del capirote en la rotonda de Francos Rodríguez. A la derecha, el capirote una vez ubicado.
(Fotos(*): T. Lorenzo, 2010)

Desde aquí nos felicitamos por la instalación de estas réplicas, no en vano el capirote es el logotipo de nuestra asociación; esperemos que sean respetadas y ayuden a divulgar estos elementos del patrimonio cultural de la Dehesa.

A la izquierda, un momento de la instalación de la réplica a la entrada del CIEA. A la derecha, Adolfo Ferrrero, vicepresidente de la Asociación de Amigos de la Dehesa posa al lado del capirote una vez instalado.
(Fotos(*): T. Lorenzo, 2010)

Señalización en el paseo del Canalillo.
Tal como se recoge en la memoria de la Mesa de Participación Ciudadana, una de las reclamaciones más habituales de los vecinos durante los últimos años ha sido la adecuada señalización del paseo del Canalillo para indicar claramente la preferencia de los peatones con el fin de evitar los conflictos que, lamentablemente, cada vez eran más frecuentes entre paseantes y ciclistas.

Se han instalado dos señales, al inicio y final del paseo, y otras dos en uno de los puntos con más dificultades de visibilidad, en la curva del Cerro de los Locos.

Esperemos que estas señales ayuden a evitar conflictos y permitir que ambos colectivos, peatones y ciclistas, puedan disfrutar en armonía de la Dehesa.

Señalización instalada en el paseo del Canalillo avisando a los ciclistas de la preferencia de los peatones.
(Foto(*): T. Lorenzo, 2010)

Detalle de una de las nuevas señales del paseo del Canalillo.
(Foto: F. Lorca, 2010)

(*)Fotografías cortesía de Tomás Lorenzo, Agente Medioambiental de la Unidad de Parques Históricos y de Especial Protección, organismo del Ayto. de Madrid responsable de la gestión de la Dehesa.

La Dehesa de la Villa: salud para los mayores

11 de diciembre de 2010

Sobre las actividades de los mayores en la Dehesa de la Villa.

La Dehesa de la Villa, con sus diferentes equipamientos, es el enclave ideal para el sosiego y el ejercicio de los mayores del barrio, lo que la convierte en un lugar excepcional, paradigma de otros parques y zonas verdes de Madrid. Los mayores encuentran allí zonas de paseo y de juegos tradicionales, un circuito biosaludable, un parque de mayores... o simplemente un espacio donde jugar a las cartas y charlar.

Para ilustrarlo, traemos hoy a estas páginas el reportaje que recientemente emitió Telemadrid sobre las actividades de los mayores en la Dehesa de la Villa en el programa "Buenos días Madrid".

1ª Parte - Mastodontes y tortugas prehistóricas en los alrededores de la Dehesa de la Villa: hace 18 millones de años

4 de diciembre de 2010

Sobre los vecinos más antiguos conocidos de la Dehesa: mastodontes y tortugas gigantes del Tejar del Mochuelo y de la Cerámica Mirasierra - 1ª Parte.

Recientemente hacíamos un recorrido de más de 850 años por la cronología básica en la historia escrita de la Dehesa de la Villa. Pero hay otra historia no escrita, mucho más antigua, que se remonta a varios millones de años:

Un mastodonte, huyendo de peligros inminentes o simplemente cansado, desconociendo la naturaleza pantanosa del valle en el que se hallaba, se metió en una ciénaga y con su enorme peso quedó prisionero entre el barro y las arenas. Sus desesperados esfuerzos le fueron enterrando más y más. Quedó acostado del lado derecho, hundido en el espantoso lecho del barro; las garras en la ciénaga y el corazón roto por la presión de aquella agonía entre el lodo y la muerte, por aquel drama remoto y angustioso bajo el silencio de las estrellas siderales. La tierra acogió a un cadáver, no a un esqueleto; el animal no fue devorado por otras bestias de su tiempo, quedó intacto en las arenas de la inmensa charca donde se hundió su cuerpo”.

Dieciocho millones de años después, en 1959, Julio Martínez Santa-Olalla, director del Instituto Arqueológico Municipal, reconstruía así los últimos momentos del mastodonte que estaban excavando en los terrenos de la Cerámica Mirasierra para explicar su magnífico estado de conservación. No fue el único fósil hallado; junto a él apareció una tortuga gigante. Asimismo, se encontró un mastodonte y otra tortuga en el Tejar del Mochuelo; y restos de reptiles, entre ellos otra tortuga, en el Tejar de Saturnino Vega, otros de los muchos tejares que hasta finales del S. XX abundaron en las estribaciones de la Dehesa de la Villa en su vertiente noreste, en las laderas hacia Valdezarza y Tetuán.

Reconstrucción de un paisaje miocénico de Madrid típico de zonas pantanosas con gran cantidad de aporte sedimentario, similar al descrito por Julio Martínez Santa-Olalla de la Cerámica Mirasierra. Destacan, a la izquierda, dos ejemplares de mastodonte.
(Dibujo: Mauricio Antón, en “Madrid antes del Hombre”, 1993; Consejería Educación y Cultura, CAM)

La Cuenca de Madrid.
El hallazgo de restos fósiles por estos parajes cercanos a la actual Dehesa de la Villa no es de extrañar, pues se encuentran dentro de la denominada Cuenca del Manzanares o de Madrid, que a su vez pertenece a la Cuenca del Tajo, dentro del conjunto de las cuencas cenozoicas de la Península Ibérica. Situémonos por un momento en el reloj geológico:

La historia geológica completa de la Tierra puede consultarse en numerosos lugares, así que incluimos aquí sólo las eras y el detalle de los periodos y épocas más recientes. Sombreado en gris el periodo al que nos referiremos en este artículo. Nótese que las fechas pueden variar según la fuente consultada.
(Cuadro de elaboración propia, 2010)

La Cuenca de Madrid estuvo ocupada durante el Mioceno por bosques y sabanas subtropicales, probablemente alrededor de un lago poco profundo. En las colinas montañosas que delimitaban el paisaje se originaban fuertes avenidas de agua que depositaban sedimentos en las márgenes del lago, dando lugar a diferentes tipologías de paisajes.

Se conocen yacimientos desde principios del S. XIX, siendo los primeros descubrimientos los de las terrazas del Manzanares, concretamente los del cerro de San Isidro y el Puente de Toledo; son también dignos de reseñar los yacimientos posteriores de la Hidroeléctrica (paseo de la Virgen del Puerto), Moratines, O’Donnell, Puente de los Franceses, Puente de Vallecas, Casa de Campo, Pasillo Verde, Carpetana…

Situación de la Cuenca de Madrid y mapa geológico del noroeste metropolitano. Aparecen indicados con una F algunos de los yacimientos del mioceno de Madrid, entre ellos, el de la Cerámica Mirasierra y el del Tejar de Saturnino Vega; no aparece, sin embargo el del Tejar del Mochuelo.
(Gráfico: en López-Martínez, N. et al. (2000): Los fósiles de vertebrados de Somosaguas (Pozuelo, Madrid))

La mayor parte de los fósiles recuperados son mamíferos, aunque también, en menor medida, aves, anfibios, reptiles y peces. Pequeños caballos de tres dedos, tigres “diente de sable”, rumiantes de distinto tipo, rinocerontes y jabalíes primitivos, micromamíferos (ardillas, ratones, etc.) campaban por estos parajes y, por supuesto, los animales objeto de este artículo, los mastodontes y las tortugas gigantes.

Reconstrucción de un paisaje miocénico de sabana de Madrid con una de las asociaciones faunísticas más típicas. Al fondo, tres ejemplares de mastodonte.
(Dibujo: Mauricio Antón, en “Madrid antes del Hombre”, 1993; Consejería Educación y Cultura, CAM)

Mastodontes (Gomphotherium angustidens).
Los mastodontes pertenecen al orden de los proboscídeos y pueden considerarse los antecesores en la época terciaria de los elefantes actuales, que no aparecen hasta el Cuaternario. De mastodontes fueron los primeros fósiles hallados en Madrid en el Puente de Toledo y han sido muchos los hallazgos posteriores (San Isidro, Puente de Vallecas, Cerro de la Plata, Arroyo Abroñigal, Barrio de la Estrella, Barajas…).

Se calcula que los Gomphotherium llegaron a la Península Ibérica en el Mioceno medio, hace aproximadamente unos 18 millones de años. Eran de talla pequeña o media, es decir, de un tamaño similar al elefante asiático actual. Tenían la cabeza baja pero muy alargada de delante atrás. Presentaban dos colmillos superiores divergentes y curvados hacia abajo y dos incisivos inferiores en el extremo de una larga articulación cartilaginosa, muy juntos entre sí formando una especie de receptáculo y curvados hacia arriba en forma de cuchara, que probablemente utilizarían para excavar en el suelo en busca de raíces y tubérculos. Tenían, asimismo, molares con cúspides redondeadas adaptadas para triturar hierba, plantas, hojas, ramas, cortezas, frutos y bulbos, que constituían la base de su alimentación. Solían vivir en manadas, recolectando alimentos.

Reconstrucción de un ejemplar de Gomphotherium angustidens.
(Dibujo: autor no especificado, en “Madrid antes del Hombre”, 1993; Consejería Educación y Cultura, CAM)

Tortugas gigantes (Cheirogaster bolivari).
Las tortugas gigantes son uno de los fósiles característicos del Mioceno en la Cuenca de Madrid, habiéndose encontrado restos en los yacimientos de Carpetana, calle Alhambra, Cerro de los Ángeles, Ciudad Universitaria, Puente de los Franceses, etc.

Su clasificación no ha estado siempre clara. Los primeros ejemplares se atribuyeron a una pretendida nueva especie pobladora de las llanuras pantanosas de la meseta y fueron denominadas Testudo bolivari, en honor de Ignacio Bolívar y Urrutia, director del Museo de Ciencias Naturales y la primera persona que encontró un caparazón completo de tortuga gigante en el arroyo Meaques de la Casa de Campo. Más recientemente, los últimos estudios han optado por incluir tentativamente a las tortugas gigantes de la Cuenca de Madrid dentro del género Cheirogaster, con lo que la especie sería Cheirogaster bolivari.

Se caracterizan sobre todo por el gran tamaño de su caparazón, que normalmente supera el metro de longitud lo que, unido al mal estado de conservación que suelen presentar, hace de su extracción del subsuelo una tarea muy complicada. Eran de hábitat terrestre, pero siempre en las proximidades de extensas láminas de agua y zonas pantanosas. Su aspecto sería similar al de las actuales tortugas de las Islas Galápagos. La solidez de sus caparazones junto con la escasez de predadores potenciales permitió que un gran número de ejemplares fosilizaran y hayan llegado hasta nuestros días.

Reconstrucción de uno de los muchos posibles paisajes madrileños en los que habitaron y luego fosilizaron las tortugas gigantes del Mioceno.
(Dibujo: autor no especificado, en Nicolás Checa, M.E. (2006): Terciario y Cuaternario en la Comunidad de Madrid; Consejería Transportes Infraestructuras CAM)

Las excavaciones de la Cerámica Mirasierra (1959) y del Tejar del Mochuelo (1959 – 1960) en el contexto de la época.
La abundancia de restos fósiles hallados en tejares, fábricas de ladrillos, areneros y canteras de Madrid y sus alrededores no es casual. Por un lado, este tipo de industrias suelen establecerse en terrenos ricos en gravas, arcillas y arenas que favorecen la fosilización. Por otro, en estas explotaciones se llevan a cabo considerables extracciones y removimientos del terreno, lo que posibilita el afloramiento de los fósiles. De ahí que estas industrias, al igual que las grandes obras de infraestructura como las recientes del soterramiento de la M-30, hayan estado siempre sometidas a especial vigilancia.

En 1953 se crea el Instituto Arqueológico Municipal, bajo la dirección de Julio Martínez Santa-Olalla, con el objetivo, por primera vez en España, de preservar el patrimonio arqueológico en su ciclo completo: desde la ordenación del territorio, para prevenir la destrucción de posibles yacimientos, hasta la exposición y publicación científica, pasando por la propia excavación arqueológica, la vigilancia de obras y canteras de extracción de áridos y el salvamento y restauración de restos.

En esta labor de vigilancia desempeñó un relevante papel la Brigada Arqueológica, dirigida por Bernardo Sáez Martín.

Bernardo Sáez Martín en la excavación de la Cerámica Mirasierra.
(Foto: autor desconocido, 1959; Museo de los Orígenes)

La Brigada era la avanzadilla de los trabajos arqueológicos. Formada por un capataz y cinco obreros, se repartían el territorio afectado por las grandes obras y canteras para su inspección; por si fuera necesario, contaban con respaldo legal de las fuerzas del orden. La mayoría de los trabajadores habían sido reclutados entre el personal que trabajaba en areneros y graveras, con lo que conocían bien el terreno, tenían una extensa red de contactos y, en algunos casos, de complicidades con los obreros de los tajos, quienes les facilitaban el acceso y les informaban cuando se producía algún hallazgo a cambio de las propinas repartidas por el Instituto Arqueológico.

Los medios eran muy escasos: a la falta de personal (Julio Martínez Santa-Olalla decía que para la Brigada “no existían horas extras ni días de fiesta” y que les harían falta al menos “cincuenta hombres para cubrir la extensa área de vigilancia del valle del Manzanares”), había que sumarle la carencia de medios materiales (los mismos trabajadores “se fabrican bajo nuestra dirección sus propias herramientas de trabajo”). A pesar de ello, en este contexto se realizaron importantes excavaciones como las del arenero Santa Elena, Villaverde, en 1957; la de Orcasitas, en 1959; la del Tejar del Sastre, en 1960; y las de la Cerámica Mirasierra (1959) y del Tejar del Mochuelo (1959 – 1960).

Vista aérea de los años 70 de la zona donde se encontraban la Cerámica Mirasierra (sombreada en amarillo) y el Tejar del Mochuelo (en verde). Los terrenos son ricos en sedimentos de gravas, arcillas, calizas y arenas, probablemente provenientes de los arroyos de Los Pinos y de la Huerta del Obispo.
(Foto: Vuelo 1:15.000, 1975; Comisión de Planeamiento y Coordinación del Área Metropolitana de Madrid; Planea CAM)

Concluimos aquí esta primera parte a modo de introducción. Emplazamos a los lectores a la 2ª Parte sobre los mastodontes y tortugas prehistóricas en los alrededores de la Dehesa de la Villa, donde donde revisamos más detenidamente las excavaciones de la Cerámica Mirasierra, Tejar del Mochuelo y Tejar de Saturnino Vega y los restos allí encontrados.

Bibliografía:
- Alberdi, M.T. et al. (1985): Geología y Paleontología del Terciario Continental de la Provincia de Madrid
- López-Martínez, N. et al. (2000): Los fósiles de vertebrados de Somosaguas (Pozuelo, Madrid)
- Mazo, A.V. (1976): El Gomphotherium angustidens de la Cerámica Mirasierra, Tetuán de las Victorias (Madrid)
- Museo de San Isidro, Ayuntamiento de Madrid, (2006): El legado Sáez Martín a los museos municipales de Madrid
- Nicolás Checa, M.E. (2006): El Patrimonio Arqueológico y Paleontológico en las obras de ampliación de Metro de Madrid 2003-2007: III. Terciario y Cuaternario en la Comunidad de Madrid
- Quero, S. (2007): El poblado de la Fábrica de Ladrillos (Getafe, Madrid): II. Los trabajos de excavación
- Varios autores (1993): Madrid antes del Hombre