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La Gota de Leche en la Dehesa de la Villa

10 de mayo de 2012

Sobre la institución benéfica La Gota de Leche y los establos que tuvo en la Dehesa de la Villa a principios del s. XX.

En su libro “Callejero de Judas”, Fernando Royuela traza un callejero real-imaginario de Madrid por el que deambulan personajes variopintos. Calle del Gorriñón, Plaza de Placenteros, Ronda de Carteleras, Portillo del Mejillón... nombres inverosímiles hasta un total de treinta y tres calles que nunca existieron. De cada una de ellas se cuenta un suceso, mezcla de historia real y leyenda improbable, que componen, a modo de “bestiario”, una peculiar recreación de un Madrid del pasado. Sobre una de ellas, “La Cuesta de la Puesta”, nos dice: “Por entre los descampados de la Dehesa de la Villa, ahora florecidos de chiringuitos en los que en las noches de los sábados pintan copas los horteras, y los domingos reverencian sus padres las tarteras olorosas de tortilla y pimiento verde frito, culebrea la Cuesta de la Puesta su recorrido destartalado de socavones hasta alcanzar la calle de Francos Rodríguez casi a la altura del Instituto Politécnico La Paloma, donde en tiempos estuviera erigido el Eremitorio Puerperal en el que las madres primerizas de la burguesía aventajada tenían por costumbre presentar a los recién nacidos a la imagen de la Virgen de la Buena Leche. [...] En el Eremitorio, una capilla prerrománica custodiada por un puñado de matronas más cenobitas que eremitas, se procedía al rito de la primera puesta [...]. Era costumbre que fuera una de las amas del Eremitorio quien satisficiera también por vez primera el apetito de los recién nacidos y derramaban sobre las bocas de los niños, nevándolos de leche para calmarles el llanto eterno del hambre”.

Imágenes ilustrativas de cómo debe pesarse y bañarse al niño, de la “Cartilla de consejos para las madres”, del Dr. Carazo, de quien hablaremos más adelante.
(Foto: autor no especificado; Nuevo Mundo, 1911; Hemeroteca BNE)

Que sepamos, en la Dehesa de la Villa no hubo nunca una Cuesta de la Puesta, un eremitorio puerperal ni una capilla prerrománica... Pero, como decíamos, el libro mezcla lugares, sucesos y leyendas más o menos reales con otros imaginados, así que nos pusimos a investigar y hete aquí por dónde encontramos que en la Dehesa de la Villa hubo unos establos de la institución de Beneficencia La Gota de Leche. Desconocemos si el autor sabía de su existencia y le sirvió de inspiración para el capítulo, pero a nosotros nos ha valido para encontrar un hito más en la historia de la Dehesa de la Villa.

Caridad, Beneficencia y Estado Social.
Para poder entender lo que fueron las instituciones benéficas de Gota de Leche, conviene repasar primero la evolución del sistema asistencial español.

Hasta las primeras décadas del S. XIX, la asistencia a los desfavorecidos se basaba en los principios religiosos de caridad y las acciones, mayormente de socorro y escasa prevención, estaban dirigidas por la Iglesia, aunque participaban también ciudadanos acaudalados, casi siempre a título personal.

Con la Revolución Liberal durante la regencia de María Cristina y el posterior reinado de Isabel II, comienza la transición hacia un modelo benéfico-asistencial, basado en un ideario más de tipo humanista y en el que el protagonismo de la acción pasa de la Iglesia a organismos públicos y privados. Se crea la Dirección General de Beneficencia y Sanidad (1847) y comienza a establecerse un marco legislativo al respecto, culminado en la Ley General de Beneficencia de 1849. La Beneficencia se articula en tres niveles: estatal, para necesidades permanentes o de especial atención (incurables, ancianos, dementes...); provincial, para menesterosos incapacitados para trabajar (enfermos comunes, huérfanos, etc.); y municipal, para la asistencia más urgente (accidentes, paritorios, atención médica y domiciliaria, etc.). Pero no toda la Beneficencia era pública: la falta de recursos de Diputaciones y Ayuntamientos, donde debía recaer el mayor peso de la actividad benéfica, obligó a que el Estado tuviera que favorecer a la Beneficencia privada para que supliera sus carencias.

Reconocimiento médico, pesaje y medición del perímetro torácico y craneal de los niños en la consulta de Gota de Leche de la Institución Municipal de de Puericultura, por aquel entonces ya en el Campillo del Mundo Nuevo.
(Foto: Zapata; Estampa, 1928; Hemeroteca BNE)

Al igual que en el modelo asistencial caritativo, subyacía en la Beneficencia la noción de “deber moral” de la sociedad hacia los pobres. No es hasta el siglo XX que puede hablarse del nacimiento de un Estado Social, en el que se reconoce el derecho de los ciudadanos a la asistencia y la obligación del Estado a intervenir de forma sistemática, dictar políticas y regular actuaciones de prevención, socorro y bienestar de los ciudadanos. Los primeros pasos en este intervencionismo del Estado se dan en los albores del siglo, con la creación del Instituto de Reformas Sociales (1903), el Instituto Nacional de Previsión (1908), el Ministerio de Trabajo (1920), las primeras leyes de acción social (regulación del trabajo de mujeres y niños, Ley de Accidentes, de Protección a la Infancia, del descanso dominical...) y el inicio de los seguros sociales, pero aún tenía mucho que andar el siglo hasta llegar al sistema asistencial que hoy conocemos.

La Beneficencia en el Madrid de finales del s. XIX y principios del XX.
Hacia 1850, Madrid contaba con una población algo superior a 200.000 habitantes, hacinados en el pequeño espacio delimitado por la cerca de Felipe IV y en condiciones deplorables de salubridad e higiene. Durante la segunda mitad del siglo XIX se duplicó ampliamente la población, llegando a los casi 540.000 habitantes en 1900, lo que obligó a desarrollar planes de crecimiento urbanístico, tales como el ensanche. Aunque poco a poco se iba “oxigenando” algo el interior de la ciudad con los nuevos barrios, el hacinamiento y la insalubridad continuaron, especialmente en los llamados extrarradios donde la mayor parte de la población recién llegada y las clases humildes se habían venido concentrando en poblados muchas veces improvisados y carentes de las condiciones básicas sanitarias.

Este crecimiento demográfico afectó muy negativamente a la situación socioeconómica. Al ser la ciudad incapaz de absorber tal cantidad de mano de obra y carecer el Estado de un sistema de previsión social, creció exponencialmente la cantidad de personas en situación de penuria y pobreza que necesitaban ayuda de la Beneficencia. Especialmente grave era la situación de la infancia; las condiciones higiénicas y sanitarias en que vivían los niños eran realmente penosas y aumentaron significativamente la orfandad, el abandono y la mortalidad infantil (según algunos estudios, a finales del siglo XIX uno de cada cinco nacidos en España no llegaba al primer año de vida y casi dos de cada cinco no cumplían los cinco años).

Casa de patio o vecindad en la desaparecida c/ Caprara, barrio de Guzmán el Bueno; imagen ilustrativa de las condiciones en que vivían los niños madrileños a principios del s. XX.
(Foto: Páez, 1914; Memoria de Madrid)

Para paliar esta situación, por su condición de gran ciudad, capital provincial y capital del Estado, en Madrid se concentraban gran cantidad de los organismos gestores de los tres niveles asistenciales anteriormente citados (estatal, provincial y municipal), además de numerosos establecimientos benéficos privados, con los que tratar de hacer frente a las necesidades de los pobres en numerosos ámbitos (servicio hospitalario y domiciliario a enfermos, vacunaciones, acogida de niños huérfanos, perdidos o abandonados, normas elementales de salud e higiene...).

Es en este contexto en el que aparecen las Gotas de Leche, entidades tanto privadas como públicas creadas con el objetivo de combatir la desnutrición y la excesiva mortalidad que asolaba a la población infantil.

Cajas porta-biberones para su transporte a las Sucursales de Gota de Leche del Instituto Municipal de Puericultura de Madrid.
(Foto: autor no especificado, 1926. Memoria de Madrid)

Los Consultorios de Niños de Pecho y las Gotas de Leche.
La mayoría de fuentes consultadas sitúan el origen de estos centros en Francia a finales del siglo XIX. El primero de ellos lo crea en 1892 el Dr. Budin, catedrático de Medicina de Paris, como “Consultorio de Niños de Pecho” en su clínica del Hospital de la Caridad. A él acudían semanalmente las madres que dieron a luz en la clínica para que se examinase y pesase a los niños y, a las que no tenían suficiente cantidad de leche y carecían de recursos, se les proporcionaba gratuitamente la cantidad correspondiente a la ración diaria del niño. Adicionalmente, se asesoraba a las madres sobre el cuidado de los bebés.

Unos años más tarde, en 1894, el Dr. Dufour establece otro consultorio en el puerto de Fécamp (Alta Normandía) al que denomina “Gota de Leche”, la primera vez que se empleó esta terminología. En él recibe a las madres que no pueden criar y, además de consejos, les facilita por un módico precio la cantidad de leche que necesitan para la alimentación de sus hijos.

Paralelamente, el Dr. Variot, médico del Hôpital des Enfants Malades de París, había establecido en el Dispensario de Belleville otro consultorio similar al del Dr. Budin pero, a diferencia de éste, donde sólo se atendía a madres que habían dado a luz en la clínica, en el de Belleville se atendía a cuantas madres se presentaban y se empleaba, en su mayoría, lactancia artificial.

Imágenes del Dispensario de Belleville. A la izquierda, pesando los niños y anotando el resultado. A la derecha, entrega gratuita de ración diaria de leche.
(Cuadros de J. Geoffroy reproducidos en la Ilustración Española y Americana, 1903; Hemeroteca BNE)

Algunas otras fuentes, sin embargo, señalan el primer precedente en Barcelona, donde el Dr. Francisco Vidal Solares había fundado en 1890 un Consultorio de Enfermedades de los Niños, donde dispensaba de forma gratuita leche esterilizada y harina, y verduras y pan a los menores de 13 años. Con el tiempo, daría lugar a la Gota de Leche del Hospital de Niños Pobres, donde se recogía leche de donantes para repartirla entre los más necesitados.

Así pues, en su origen, los Consultorios de Niños de Pecho y las Gotas de Leche diferían en su funcionamiento. Los Consultorios se dirigían principalmente a los niños allí nacidos, empleaban mayoritariamente lactancia materna y distribuían la leche diariamente en biberones esterilizados en el propio centro. Por su parte, las Gotas de Leche tenían un mayor componente benéfico, atendiendo tanto a niños enfermos como a sanos necesitados, utilizaban en su mayor parte lactancia artificial, y distribuían la leche en botellas de medio o de un litro que luego administraba la madre. Coincidían ambas instituciones en la importancia de la consulta junto con la distribución; es decir, en no realizar sólo reparto de leche, sino en asesorar también a las madres en la mejor manera de criar a los hijos. La distinción, no obstante, entre Consultorios y Gotas de Leche fue diluyéndose con el paso del tiempo y es frecuente encontrar menciones a Consultorios que incorporaban unidades de Gota de Leche e incluso centros con una única denominación genérica que incluía tanto Consultorio como Gota de Leche.

Imagen de la sede de la antigua Gota de Leche de Sevilla, actualmente Fundación Gota de Leche, en la c/ Manuel Rojas Marcos. En el letrero de azulejos aún puede leerse “Consultorio de Niños de Pecho Gota de Leche”.
(Foto: Google Maps, 2008)

En cualquier caso, el éxito en la reducción de la mortalidad infantil hizo que se extendieran rápidamente. Sólo en Francia, en apenas diez años tras la fundación del primer centro ya había más de 25 en París y más de 60 en el resto de provincias. De Francia saltaron a Bélgica, Inglaterra, Suecia, Italia, Suiza, Holanda, etc., llegando incluso a América (Buenos Aires, Montevideo, Santiago de Chile, Montreal...), Asia y África.

Por lo que respecta a España, ya hemos hablado del precedente en Barcelona del Dr. Vidal. Posteriormente, se abrirían las Gotas de Leche de San Sebastián (1903), Bilbao (1904), Mahón, Málaga y Sevilla (1906), Valladolid (1911), Córdoba y Granada (1916), Salamanca (1919), Ciudad Real (1921), Huelva (1922)...

En Madrid, la primera Gota de Leche la creó en 1904 el Dr. Rafael Ulecia y Cardona, con el apoyo económico de los marqueses de Casa-Torre y la protección de la Reina María Cristina de Habsburgo. Se instaló en la por entonces calle Ancha de San Bernardo, esquina con San Hermenegildo, trasladándose posteriormente a la calle de la Espada.

A la izquierda, el Dr. Rafael Ulecia y Cardona. A la derecha, el Primer Consultorio de Niños de Pecho y Gota de Leche, en su antigua ubicación en la c/ San Bernardo.
(Fotos: autor desconocido; El Álbum Iberoamericano, 1904; Hemeroteca BNE)

Junto a la del Dr. Ulecia, coexistieron en Madrid otros Consultorios y Gotas de Leche. Así, el Ayuntamiento venía proporcionando desde 1893 una Consulta de Niños en la Casa de Socorro del distrito de Palacio, de carácter público y gratuito para menores de quince años. Allí, el Dr. Dionisio Gómez Herrero crea un servicio de esterilización de leche y empieza a repartir biberones entre los más necesitados en diciembre de 1907, dando el primer paso para la implantación de la Institución Municipal Consulta de Niños y Gota de Leche. En 1913 la Consulta de Niños se transformaría en la Institución Municipal de Puericultura y se establecerían las bases de la sección de Gota de Leche. Contaban con un Dispensario central, ubicado inicialmente en la Casa Central del distrito de Palacio (c/ Duque de Osuna) y que más tarde se trasladaría a la Plaza del Campillo del Mundo Nuevo. A él se irían sumando nuevos Consultorios sucursales en los diferentes distritos: Hospital, (c/ Amparo), en 1914; Chamberí (c/ Juan de Austria) y Congreso (c/ Antonio Acuña), en 1915; La Latina (c/ Bailén), en 1920; Universidad (c/ Bravo Murillo) en 1922; sucursal de Palacio (Puente de Segovia), en 1925.

Sucursal de Gota de Leche de la Institución Municipal de de Puericultura del distrito de Universidad en Bravo Murillo 122; inaugurada en mayo de 1922.
(Foto: autor no especificado, 1926. Memoria de Madrid)

Hemos mencionado estas dos iniciativas de Gota de Leche en Madrid por ser las más importantes, pero hubo muchas otras, tanto públicas (por ejemplo, la Gota de Leche de la Inclusa, dependiente de la Beneficencia Provincial, en el Colegio de La Paz – Asilo San José, en la c/ Embajadores) como privadas (como por ejemplo, el Consultorio Higiene del Niño Gota de Leche en la c/Barquillo, dirigido por el Dr. Carlos Carazo, de quien hablaremos más adelante; o, sin ir más lejos, la Gota de Leche que la Congregación de los Caballeros del Pilar estableció en el por entonces llamado Tetuán de las Victorias, en la c/ Ntra. Sra. del Pilar, hoy Azucenas).

El funcionamiento de los centros Gota de Leche.
Ya se indicó anteriormente que el propósito no era sólo la distribución de leche, sino que, por lo general, en todos los centros se prestaban servicios de consulta para menores de dos años y Escuela de Maternología. Adicionalmente, algunos de ellos proporcionaban también consulta general de medicina y cirugía para menores de quince años.

El servicio de Gota de Leche se proporcionaba a niños sometidos al régimen de lactancia mixta, por insuficiencia de la madre, o de lactancia artificial con biberones. Diariamente se suministraba a las madres las raciones apropiadas para cada niño (leche esterilizada, leche maternizada, sueros lácteos, harinas, etc.). Por su parte, las madres debían llevar semanalmente los niños a consulta, para el seguimiento médico. Además, se proporcionaba asesoramiento sobre higiene infantil y el cuidado de los bebés, aspecto éste en el que se hacía especial incidencia; en algunos casos, se establecían incluso premios para las madres que mejor cumplían con el cuidado de los niños; también amonestaciones y hasta suspensión de la entrega de biberones a las madres que no seguían los consejos médicos.

Copia de uno de los impresos que se entregaban a las madres en la Gota de Leche de la Institución Municipal de Puericultura dentro de su programa de educación materna. Una de las objeciones que se le hacían a las Gotas de Leche era que fomentaban la lactancia artificial. Como vemos, nada más lejos de la realidad, se insistía en que la lactancia artificial sólo debía considerarse como último recurso.
(Memoria de Madrid, 1926)

El Consultorio o Gota de Leche “tipo” consistía en una sala de espera, cuarto de reconocimiento médico, sala de consulta y sala de entrega de biberones. La mayoría contaba con su propia infraestructura para el descremado, esterilización, homogenizado y almacenaje de la leche, y para el lavado y llenado de biberones. Algunas contaban incluso con maquinaria especializada para “maternizar” la leche de vaca (se añadían sustancias como agua, lactosa o sal y se centrifugaba para asemejar la proporción de grasas a la leche materna). Las más grandes disponían de su propia red de transporte para la distribución a las sucursales y solían tener establos propios, lo que les permitía garantizar la calidad y el suministro de leche para lactancia artificial; aunque también era común contar con otras vaquerías privadas como proveedores, para quienes, por cierto, ser suministrador de una Gota de Leche era un buen argumento de venta de cara al público.

Imágenes del procesado y distribución de la leche en el Instituto Municipal de Puericultura y Gota de Leche. Arriba, a la izquierda, máquina esterilizadora; debajo, homegeneizadora. A la derecha, arriba, lavadora automática de biberones; en el medio, máquina llenadora; y debajo, camión para el transporte de biberones a las sucursales.
(Fotos: autor no especificado, 1926. Memoria de Madrid)

Algunas estadísticas.
No resulta fácil cuantificar en qué medida estas instituciones contribuyeron a la reducción de la mortalidad infantil durante el siglo XX. A la falta de estadísticas que cubran tan amplio periodo de tiempo se une la imposibilidad de aislar la contribución de los centros de Gota de Leche de otros factores (avances médicos, condiciones higiénicas, etc.). Permítasenos, no obstante, dar unas cifras para hacerse una idea.

Respecto a la mortalidad infantil, estudios fiables mencionan que, de cada 100 muertes de niños menores de un año que se producían a principios del siglo XX en Madrid, a finales de siglo se evitaban nada menos que 88. Así, mientras que en 1900 la tasa de mortalidad infantil se situaba cerca del 20%, en 1930 se había reducido al 9,6%; en 1950, al 5,4%; y en 1970 al 1,8%, siguiendo una tendencia de disminución a lo largo del siglo sólo interrumpida por algunas crisis puntuales (la gripe de 1918, la Guerra Civil...).

Aunque imposible de determinar cuánto de este descenso es achacable a la actividad de los centros de Gota de Leche, como muestra de la importancia de su labor diremos, por ejemplo, que la Gota de Leche del Dr. Ulecia atendió a más de 600.000 niños en sus primeros 50 años de vida. Por su parte, la Gota de Leche municipal, atendió un promedio de 12.300 niños/año entre 1908 y 1913, y de 26.172 niños/año a partir de 1914, año en que comenzaron a establecerse las sucursales.

La Gota de Leche en la Dehesa de la Villa.
Ya se ha comentado más arriba que algunas entidades de Gota de Leche disponían de sus propios establos. Tal era el caso de la Institución Municipal de Puericultura y Gota de Leche, que tuvo unos en plena Dehesa de la Villa, junto al entonces Asilo de La Paloma.

Recordemos que la Dehesa había sido cedida en 1901 por el Estado al Ayuntamiento de Madrid para que la destinase a usos benéficos y sociales y que, con tal fin, se había levantado el Asilo de La Paloma en 1910. No es de extrañar, pues, que el Ayuntamiento decidiera también utilizar parte de los terrenos para la Gota de Leche.

Así, encontramos que en la sesión del 22 de enero de 1915, el concejal Blanco Parrondo propuso la creación de una vaquería modelo que diera servicio tanto al Asilo de La Paloma como a la Gota de Leche.

Desconocemos cuándo se llevó a cabo efectivamente el establo, pero sí sabemos que posteriormente, en 1922, la vaquería tuvo sus días de fama por efectuarse allí unos experimentos con la vacuna antialfa que el Dr. Ferrán acababa de desarrollar para la lucha contra la tuberculosis. Junto con el Dr. Carazo, que había dirigido el Consultorio y Gota de Leche de la c/ Barquillo y que en 1912 había pasado al Laboratorio Municipal de Madrid, el Dr. Ferrán inoculó su vacuna en unas terneras a fin de demostrar su inmunización contra la tuberculosis. El acto fue público, asistieron numerosos profesionales y curiosos y el experimento fue ampliamente recogido por la prensa de la época.

Gracias a ello, disponemos del siguiente testimonio gráfico, la única fotografía que hemos sido capaces de localizar y apenas la única referencia a la vaquería y establos de la Gota de Leche en la Dehesa de la Villa.

El Dr. Carazo, aplicando la vacuna antialfa del Dr. Ferrán a una ternera de los establos que La Gota de Leche tiene en la Dehesa de la Villa.
(Foto: Alfonso; El Sol, 1922; Hemeroteca BNE)

Bibliografía:
- Ayuntamiento de Madrid: Informe sobre la Ciudad Año 1929: Beneficencia y Previsión
- Carballo Barral, B. (2006): La Beneficencia Municipal de Madrid en el cambio de siglo: el funcionamiento de las Casas de Socorro (1896-1915)
- Coll y Bofill, J. (1916): Algunos comentarios acerca de diversas manipulaciones a que son sometidas las leches más empleadas en la lactancia artificial de los niños
- Gómez Herrero, D. (1926): Historia, organización y modo de funcionar de la Institución Municipal de Puericultura
- Gómez Redondo, R. (1985): El descenso de la mortalidad infantil en Madrid, 1900-1970
- Rodríguez Pérez, J. F. (2009): La protección a la infancia en España. Ayer y hoy

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Extraordinario reportaje,muy bien documentado.
Un saludo de G.M.P.

Amigos de la Dehesa dijo...

Nos alegra, G.M.P. que el artículo haya sido de tu agrado. Esperamos seguir viéndote por aquí.

Mayrit dijo...

¡¡Qué pedazo de reportaje!!! me ha encantado :)

Un saludo desde mi Madrid del alma,
Mayrit

Amigos de la Dehesa dijo...

Un placer tenerte por aquí, Mayrit, y un honor tus elogios viniendo de quien vienen.

Ricardo Márquez dijo...

Maravilloso, impecable trabajo de investigación y mejor redactado.... enhorabuena.

Amigos de la Dehesa dijo...

Gracias, Ricardo, por tu visita y comentarios. Vuestras Historias Matritenses ponen el listón tan alto en cuanto a calidad y rigor que es un orgullo recibir tu reconocimiento.

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