Recientemente hacíamos un recorrido de más de 850 años por la cronología básica en la historia escrita de la Dehesa de la Villa. Pero hay otra historia no escrita, mucho más antigua, que se remonta a varios millones de años:
“Un mastodonte, huyendo de peligros inminentes o simplemente cansado, desconociendo la naturaleza pantanosa del valle en el que se hallaba, se metió en una ciénaga y con su enorme peso quedó prisionero entre el barro y las arenas. Sus desesperados esfuerzos le fueron enterrando más y más. Quedó acostado del lado derecho, hundido en el espantoso lecho del barro; las garras en la ciénaga y el corazón roto por la presión de aquella agonía entre el lodo y la muerte, por aquel drama remoto y angustioso bajo el silencio de las estrellas siderales. La tierra acogió a un cadáver, no a un esqueleto; el animal no fue devorado por otras bestias de su tiempo, quedó intacto en las arenas de la inmensa charca donde se hundió su cuerpo”.
Dieciocho millones de años después, en 1959, Julio Martínez Santa-Olalla, director del Instituto Arqueológico Municipal, reconstruía así los últimos momentos del mastodonte que estaban excavando en los terrenos de la Cerámica Mirasierra para explicar su magnífico estado de conservación. No fue el único fósil hallado; junto a él apareció una tortuga gigante. Asimismo, se encontró un mastodonte y otra tortuga en el Tejar del Mochuelo; y restos de reptiles, entre ellos otra tortuga, en el Tejar de Saturnino Vega, otros de los muchos tejares que hasta finales del S. XX abundaron en las estribaciones de la Dehesa de la Villa en su vertiente noreste, en las laderas hacia Valdezarza y Tetuán.
Reconstrucción de un paisaje miocénico de Madrid típico de zonas pantanosas con gran cantidad de aporte sedimentario, similar al descrito por Julio Martínez Santa-Olalla de la Cerámica Mirasierra. Destacan, a la izquierda, dos ejemplares de mastodonte.
(Dibujo: Mauricio Antón, en “Madrid antes del Hombre”, 1993; Consejería Educación y Cultura, CAM)
La Cuenca de Madrid.
El hallazgo de restos fósiles por estos parajes cercanos a la actual Dehesa de la Villa no es de extrañar, pues se encuentran dentro de la denominada Cuenca del Manzanares o de Madrid, que a su vez pertenece a la Cuenca del Tajo, dentro del conjunto de las cuencas cenozoicas de la Península Ibérica. Situémonos por un momento en el reloj geológico:
La historia geológica completa de la Tierra puede consultarse en numerosos lugares, así que incluimos aquí sólo las eras y el detalle de los periodos y épocas más recientes. Sombreado en gris el periodo al que nos referiremos en este artículo. Nótese que las fechas pueden variar según la fuente consultada.
(Cuadro de elaboración propia, 2010)
La Cuenca de Madrid estuvo ocupada durante el Mioceno por bosques y sabanas subtropicales, probablemente alrededor de un lago poco profundo. En las colinas montañosas que delimitaban el paisaje se originaban fuertes avenidas de agua que depositaban sedimentos en las márgenes del lago, dando lugar a diferentes tipologías de paisajes.
Se conocen yacimientos desde principios del S. XIX, siendo los primeros descubrimientos los de las terrazas del Manzanares, concretamente los del cerro de San Isidro y el Puente de Toledo; son también dignos de reseñar los yacimientos posteriores de la Hidroeléctrica (paseo de la Virgen del Puerto), Moratines, O’Donnell, Puente de los Franceses, Puente de Vallecas, Casa de Campo, Pasillo Verde, Carpetana…
Situación de la Cuenca de Madrid y mapa geológico del noroeste metropolitano. Aparecen indicados con una F algunos de los yacimientos del mioceno de Madrid, entre ellos, el de la Cerámica Mirasierra y el del Tejar de Saturnino Vega; no aparece, sin embargo el del Tejar del Mochuelo.
(Gráfico: en López-Martínez, N. et al. (2000): Los fósiles de vertebrados de Somosaguas (Pozuelo, Madrid))
La mayor parte de los fósiles recuperados son mamíferos, aunque también, en menor medida, aves, anfibios, reptiles y peces. Pequeños caballos de tres dedos, tigres “diente de sable”, rumiantes de distinto tipo, rinocerontes y jabalíes primitivos, micromamíferos (ardillas, ratones, etc.) campaban por estos parajes y, por supuesto, los animales objeto de este artículo, los mastodontes y las tortugas gigantes.
Reconstrucción de un paisaje miocénico de sabana de Madrid con una de las asociaciones faunísticas más típicas. Al fondo, tres ejemplares de mastodonte.
(Dibujo: Mauricio Antón, en “Madrid antes del Hombre”, 1993; Consejería Educación y Cultura, CAM)
Mastodontes (Gomphotherium angustidens).
Los mastodontes pertenecen al orden de los proboscídeos y pueden considerarse los antecesores en la época terciaria de los elefantes actuales, que no aparecen hasta el Cuaternario. De mastodontes fueron los primeros fósiles hallados en Madrid en el Puente de Toledo y han sido muchos los hallazgos posteriores (San Isidro, Puente de Vallecas, Cerro de la Plata, Arroyo Abroñigal, Barrio de la Estrella, Barajas…).
Se calcula que los Gomphotherium llegaron a la Península Ibérica en el Mioceno medio, hace aproximadamente unos 18 millones de años. Eran de talla pequeña o media, es decir, de un tamaño similar al elefante asiático actual. Tenían la cabeza baja pero muy alargada de delante atrás. Presentaban dos colmillos superiores divergentes y curvados hacia abajo y dos incisivos inferiores en el extremo de una larga articulación cartilaginosa, muy juntos entre sí formando una especie de receptáculo y curvados hacia arriba en forma de cuchara, que probablemente utilizarían para excavar en el suelo en busca de raíces y tubérculos. Tenían, asimismo, molares con cúspides redondeadas adaptadas para triturar hierba, plantas, hojas, ramas, cortezas, frutos y bulbos, que constituían la base de su alimentación. Solían vivir en manadas, recolectando alimentos.
Reconstrucción de un ejemplar de Gomphotherium angustidens.
(Dibujo: autor no especificado, en “Madrid antes del Hombre”, 1993; Consejería Educación y Cultura, CAM)
Tortugas gigantes (Cheirogaster bolivari).
Las tortugas gigantes son uno de los fósiles característicos del Mioceno en la Cuenca de Madrid, habiéndose encontrado restos en los yacimientos de Carpetana, calle Alhambra, Cerro de los Ángeles, Ciudad Universitaria, Puente de los Franceses, etc.
Su clasificación no ha estado siempre clara. Los primeros ejemplares se atribuyeron a una pretendida nueva especie pobladora de las llanuras pantanosas de la meseta y fueron denominadas Testudo bolivari, en honor de Ignacio Bolívar y Urrutia, director del Museo de Ciencias Naturales y la primera persona que encontró un caparazón completo de tortuga gigante en el arroyo Meaques de la Casa de Campo. Más recientemente, los últimos estudios han optado por incluir tentativamente a las tortugas gigantes de la Cuenca de Madrid dentro del género Cheirogaster, con lo que la especie sería Cheirogaster bolivari.
Se caracterizan sobre todo por el gran tamaño de su caparazón, que normalmente supera el metro de longitud lo que, unido al mal estado de conservación que suelen presentar, hace de su extracción del subsuelo una tarea muy complicada. Eran de hábitat terrestre, pero siempre en las proximidades de extensas láminas de agua y zonas pantanosas. Su aspecto sería similar al de las actuales tortugas de las Islas Galápagos. La solidez de sus caparazones junto con la escasez de predadores potenciales permitió que un gran número de ejemplares fosilizaran y hayan llegado hasta nuestros días.
Reconstrucción de uno de los muchos posibles paisajes madrileños en los que habitaron y luego fosilizaron las tortugas gigantes del Mioceno.
(Dibujo: autor no especificado, en Nicolás Checa, M.E. (2006): Terciario y Cuaternario en la Comunidad de Madrid; Consejería Transportes Infraestructuras CAM)
Las excavaciones de la Cerámica Mirasierra (1959) y del Tejar del Mochuelo (1959 – 1960) en el contexto de la época.
La abundancia de restos fósiles hallados en tejares, fábricas de ladrillos, areneros y canteras de Madrid y sus alrededores no es casual. Por un lado, este tipo de industrias suelen establecerse en terrenos ricos en gravas, arcillas y arenas que favorecen la fosilización. Por otro, en estas explotaciones se llevan a cabo considerables extracciones y removimientos del terreno, lo que posibilita el afloramiento de los fósiles. De ahí que estas industrias, al igual que las grandes obras de infraestructura como las recientes del soterramiento de la M-30, hayan estado siempre sometidas a especial vigilancia.
En 1953 se crea el Instituto Arqueológico Municipal, bajo la dirección de Julio Martínez Santa-Olalla, con el objetivo, por primera vez en España, de preservar el patrimonio arqueológico en su ciclo completo: desde la ordenación del territorio, para prevenir la destrucción de posibles yacimientos, hasta la exposición y publicación científica, pasando por la propia excavación arqueológica, la vigilancia de obras y canteras de extracción de áridos y el salvamento y restauración de restos.
En esta labor de vigilancia desempeñó un relevante papel la Brigada Arqueológica, dirigida por Bernardo Sáez Martín.
Bernardo Sáez Martín en la excavación de la Cerámica Mirasierra.
(Foto: autor desconocido, 1959; Museo de los Orígenes)
La Brigada era la avanzadilla de los trabajos arqueológicos. Formada por un capataz y cinco obreros, se repartían el territorio afectado por las grandes obras y canteras para su inspección; por si fuera necesario, contaban con respaldo legal de las fuerzas del orden. La mayoría de los trabajadores habían sido reclutados entre el personal que trabajaba en areneros y graveras, con lo que conocían bien el terreno, tenían una extensa red de contactos y, en algunos casos, de complicidades con los obreros de los tajos, quienes les facilitaban el acceso y les informaban cuando se producía algún hallazgo a cambio de las propinas repartidas por el Instituto Arqueológico.
Los medios eran muy escasos: a la falta de personal (Julio Martínez Santa-Olalla decía que para la Brigada “no existían horas extras ni días de fiesta” y que les harían falta al menos “cincuenta hombres para cubrir la extensa área de vigilancia del valle del Manzanares”), había que sumarle la carencia de medios materiales (los mismos trabajadores “se fabrican bajo nuestra dirección sus propias herramientas de trabajo”). A pesar de ello, en este contexto se realizaron importantes excavaciones como las del arenero Santa Elena, Villaverde, en 1957; la de Orcasitas, en 1959; la del Tejar del Sastre, en 1960; y las de la Cerámica Mirasierra (1959) y del Tejar del Mochuelo (1959 – 1960).
Vista aérea de los años 70 de la zona donde se encontraban la Cerámica Mirasierra (sombreada en amarillo) y el Tejar del Mochuelo (en verde). Los terrenos son ricos en sedimentos de gravas, arcillas, calizas y arenas, probablemente provenientes de los arroyos de Los Pinos y de la Huerta del Obispo.
(Foto: Vuelo 1:15.000, 1975; Comisión de Planeamiento y Coordinación del Área Metropolitana de Madrid; Planea CAM)
Concluimos aquí esta primera parte a modo de introducción. Emplazamos a los lectores a la 2ª Parte sobre los mastodontes y tortugas prehistóricas en los alrededores de la Dehesa de la Villa, donde donde revisamos más detenidamente las excavaciones de la Cerámica Mirasierra, Tejar del Mochuelo y Tejar de Saturnino Vega y los restos allí encontrados.
Bibliografía:
- Alberdi, M.T. et al. (1985): Geología y Paleontología del Terciario Continental de la Provincia de Madrid
- López-Martínez, N. et al. (2000): Los fósiles de vertebrados de Somosaguas (Pozuelo, Madrid)
- Mazo, A.V. (1976): El Gomphotherium angustidens de la Cerámica Mirasierra, Tetuán de las Victorias (Madrid)
- Museo de San Isidro, Ayuntamiento de Madrid, (2006): El legado Sáez Martín a los museos municipales de Madrid
- Nicolás Checa, M.E. (2006): El Patrimonio Arqueológico y Paleontológico en las obras de ampliación de Metro de Madrid 2003-2007: III. Terciario y Cuaternario en la Comunidad de Madrid
- Quero, S. (2007): El poblado de la Fábrica de Ladrillos (Getafe, Madrid): II. Los trabajos de excavación
- Varios autores (1993): Madrid antes del Hombre
3 comentarios:
El trabajo bien hecho me emociona. Enhorabuena a los autores.
Un placer tenerte por aquí, Jesús, y muy gratificantes tus palabras de reconocimiento. Estamos ultimando ya, y publicaremos en breve, la continuación de este artículo; deseamos que sea de tu agrado y también de todos los lectores.
Muy interesante lo que escribiste a cerca de las tortugas, muchas gracias!
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